Carosini, con la camiseta del Inter Movistar, por aquel entonces, Boomerang Interviú
Carosini, con la camiseta del Inter Movistar, por aquel entonces, Boomerang Interviú
16/04/2013.- En aquella España, que cumplía una década de monarquía parlamentaria y con algún que otro televisor en blanco y negro, Carosini se encumbró como el mejor del Mundo. El jugador paraguayo creció al mismo ritmo que el Fútbol Sala crecía en nuestro país. Eran los tiempos de la unificación y un profesionalismo creciente, y en la calle se construían cada vez más pistas de cemento de 40x20 para albergar a toda esa gente que empezaba a sentir la pasión por ese deporte. Carosini fue de los primeros en insuflar esa llama en generaciones venideras revolucionando la forma de entender el Futsal.
Ramón Carosini siempre ha seguido un camino doble y en ambos ha sabido encontrar cuál ha sido la dirección correcta. Uno, la traumatología. Otro, el Fútbol Sala. El jugador revolucionó un deporte que se encontraba en plena adolescencia haciendo gala de un gran repertorio de detalles técnicos, regates, amagos, autopases. Carosini jugaba para divertirse y lo hacía en cada partido, unificando una técnica y control de balón terribles con un extremo respeto al rival y a los compañeros. Por eso Carosini no solo era admirado por los aficionados, sino también por el equipo contrario.

Probablemente ambas pasiones de este mítico jugador tomaran su punto de partida en el Don Bosco, en Paraguay. Por aquel entonces, Carosini estaba completando sus estudios de Medicina y aunque había jugado al fútbol y fútbol 7 –llamado ‘baby fútbol’ en su país- nunca había probado el Fútbol Sala. Su profesor, Ramón Giménez, confeccionó un equipo con ex alumnos de la institución, algo beneficioso tanto para el grupo como para Carosini y el futuro del Futsal. Había nacido un jugador distinto a todo lo conocido.

Carosini y su despegue en los Mundiales

Con 20 años, Carosini disputa el Mundial de 1982, su primera ventana al Mundo. Paraguay, una potencia de la época tenía a la todopoderosa ‘Brasil’ entre ceja y ceja. El pívot no pudo doblegar a la canarinha, pero sí ser el máximo goleador del torneo, un hito impensable para los brasileños, que no entendían cómo un jugador extranjero podía tener ese honor. Aunque no tuvo ninguna mención, sí que recibió un premio por su actuación… un reloj Cassio Digital.

Tres años después, Ramón Carosini fue considerado el mejor del Mundial ‘España 85’, algo que repitió en Australia en 1988, ganando el Mundial FIFUSA a Brasil 2-1. Por aquel entonces, el Interviú Lloyd’s ya había contratado al jugador. “Cuando volví a Madrid, esa consideración no la tenía ya solo yo, sino todos los paraguayos. Fue un orgullo, siendo una minoría los que jugábamos en Europa, pues la mayoría de los extranjeros eran brasileños”, manifestaba el jugador sobre su victoria en el Mundial FIFUSA.


Carosini viaja a España

Después de Don Bosco, que no jugaba en la Primera División, Carosini puso rumbo al Humaitá, donde coincidió con sus tres hermanos y siguió perfeccionando su juego por todo el globo. Una de esas paradas, le llevó a disputar un amistoso con la selección paraguaya ante España. Para él era un viaje más, pero fue el comienzo de su nueva vida. El jugador, que ya había sido la estrella de los dos mundiales anteriores, recibió la llamada de José María García y Saorín para formar parte del proyecto del Inter Movistar, entonces Interviú Lloyd’s.

Carosini, lo intentó, se puso la camiseta verde en dos partidos, pero después se marchó de nuevo a Paraguay a finalizar los estudios de Medicina. “Tuve la fortuna de formarme con el Dr. Guillén. Aprendí un montón sobre Traumatología, pero fue durísimo rendir al máximo en la pista y en el quirófano al mismo tiempo”.

Lo que ocurrió en esa conversación fue que Carosini quedó encantado con el proyecto interista, y que el Club madrileño se comprometía a dejar que el jugador alternase el Fútbol Sala con su especialización en traumatología. En la temporada siguiente, Carosini telefoneó a su amigo Ricardo Rojas para pedirle opinión.

Un año y medio antes, en 1984, el propio pívot había puesto a su compañero de selección en contacto con Juan Manuel Gozalo, que consiguió traerse al jugador a España y enrolarlo en las filas del Caja Segovia. Esa conversación entre los dos jugadores paraguayos fue crucial y Carosini tomó una de las decisiones más importantes de su vida, comenzar a jugar y vivir en España.

Primeros pasos en el Inter

El 3 de noviembre de 1985, Carosini fue presentado en Magariños como jugador del Interviú. Aunque empezó en fútbol jugando de portero y fue cambiado al lateral derecho en los equipos de fútbol-7 en los que jugó, ‘Monchi’ era imparable en la posición de pívot. Cuando llegó al equipo lo hizo sin pretensiones, pero con las cosas claras. El sucesor de Mauro, que hasta esa fecha había sido el goleador del equipo, se sentó en el banquillo de su primer entrenamiento buscando al entrenador para decirle que si había sido fichado para marcar goles, no podía llevar otro número que el ‘9’ y ser el jugador más adelantado del esquema táctico.

 Observando los ejercicios de sus compañeros, se dio cuenta de que la posición de pívot iba a estar complicada con los Agus, Vicioso y Agustín, así que pensó en ir haciéndose un hueco poco a poco. Mientras seguía observando los lanzamientos a puerta y los regates imaginándose haciendo lo mismo y un millón de trucos más en el pabellón hasta la bandera se acercó a un compañero y le preguntó:

- “Disculpe, ¿quién lleva el número nueve?”
- “El número nueve es de García”

Así que sabiendo el peso de José María García en el equipo cogió un balón y comenzó a entrenarse con el resto ocupando la posición de ala-cierre. Cuando llegó el primer partido, Carosini debutó con todas las ganas, levantando desde el primer minuto a los aficionados… y con el ‘4’ a la espalda. Nunca se lo quitaría. “El Inter forma parte de mi vida. El trato que me dispensaron fue excelente y mis compañeros de club eran mis mejores amigos” explicó el pívot a El Mundo Deportivo, en 1990.

El paraguayo jugaría 15 años en el equipo ganando tres Ligas, dos Copas y tres Supercopas en la LNFS, hasta que en la temporada 99/00, decidió colgar las zapatillas para dedicarse de forma exclusiva a su familia y su carrera como traumatólogo.

“Me retiré porque me absorbía mucho la profesión y la familia. Me debía a la familia y tras 14 años viajando y estando fuera de casa, sentí la necesidad desde el punto de vista moral de dedicarme a ellos. Para mí, cualquier partido se podía convertir en una competición y como en el aspecto mental ya no estaba preparado, me dejé”, explicó el mítico jugador.

Carosini fue el primero de muchos, un jugador único y distinto por su forma de jugar, siempre directa, siempre buscando el espectáculo. ‘Monchi’ dejó definitivamente el balón por la bata blanca y los quirófanos, pero su juego, ya ha pasado al ‘Cuadro de Honor’ de la LNFS y de todo el Fútbol Sala mundial.